Una modesta propuesta de solución gordiana al Yihadismo en Europa

gordiana, que no salomónica. Cortar por lo sano, ni sería sano ni acabaría nunca. Si se prefiere, lateral.

Llevamos trece años oyendo todo tipo de propuestas de acción sobre el yihadismo en Europa. Propuestas públicas, se entiende. Las no-públicas, las que están en manos de los servicios de seguridad, están en marcha y funcionando. No me cabe la menor duda de que, de no ser así, al menos subiríamos en un orden de magnitud las víctimas de esta lacra, probablemente en dos. O, en el camino de eso, los gobiernos europeos habrían tomado decisiones salomónicas de verdad. Habrían cortado por lo sano, y no les habríamos dicho que no tras ciertos límites numéricos de víctimas.

Voy a obviar las propuestas buenistas. Se me agotó la paciencia con ellas hace tiempo, porque hace tiempo que me pregunto «¿Cuántos tienen que morir para que los endófobos abran los ojos?», sin respuesta ni capacidad de comprensión. Sin embargo, los endófobos nos ponen sobre una pista interesante: no comprenden aspectos fundamentales de la realidad que estamos describiendo, porque anteponen sus anteojeras ideológicas.

Sí que me voy a parar un poco sobre las propuestas islamófobas radicales / xenófobas / yasabesloquevieneacontinuación. Hay una gama de reacciones extremas que van desde la suspensión de elementos del Estado de Derecho (como el Habeas Corpus, que ya ha pasado en EE.UU.), hasta cambios en la naturaleza de la prueba, expulsiones en masa, campos de internamiento… you name it. Para algunas alimañas, el yihadismo es la oportunidad que anhelan para resucitar una Europa Oscura – el habeas corpus que suspenden para el terrorista, mañana ya no se te aplicará a ti. Te podrán detener sin cargos ni garantías. A los que tenemos menos de 60 años nos cuesta interiorizar este concepto. Lo importante de todas estas reacciones es:

  1. Es lo que buscan los malvados, nuestros enemigos: buscan que nuestra reacción indigne a más de los suyos y les mueva a apoyar su yihad, o a postularse como candidatos a Sahhidun. Buscan una realimentación que acabe en una jodida batalla del juicio.
  2. Es un camino descendente, del que en el mejor de los casos nos costaría subir y, en el peor, perderíamos parte de lo que tanto nos ha costado conquistar.

Entre ambos extremos indeseables de una dicotomía muy verdadera se encuentran el resto de ideas y propuestas. Un problema de partida es que, caramba, habíamos ganado la Guerra Fría. Se les acabó la plata a los bastardos que habían pagado a ratas en Alemania, Italia, España, etc., para que mataran a algunos y aterrorizaran a los demás, desestabilizando nuestras democracias. Antes de que me saltéis con fuentes de dinero, os recuerdo que se puede pagar por persona interpuesta y de muchas formas. Pero esa internacional terrorista de los 60-80 no fue casualidad ni una serie de coincidencias, en modo alguno.

Desde su final, los europeos nos encantamos de habernos conocido y nos dedicamos, con razón o sin ella, a disfrutar de nuestro estándar de vida, de nuestra forma de organizar la vida pública y de nuestros valores. Mejorables, claro, pero ponte a mirar en cualquier otra parte. Se nos olvidó, o nunca nos había quedado del todo claro, que habíamos estado en guerra.

Cuando inmigrantes musulmanes, sus hijos y sus nietos atacan una y otra vez en nuestros países, sencillamente no estamos preparados y es hasta mejor. Tenemos margen para tomar decisiones no draconianas, de enfrentarnos a una amenaza muy real sin llevarnos por delante a nuestras democracias en el proceso.

La inacción tampoco va a funcionar. Los muertos, sus imágenes, sus noticias, se van a acumular. Las decisiones draconianas parecerán justificables tras otro atentado especialmente salvaje. Esto no lo para don Tancredo

Por supuesto, tampoco nos sirve «comprenderlos», poniéndonos paternalistas (y mira que dije que no iba a hablar del buenismo), o siquiera tratar de comprender el fenómeno. Al mismo tiempo, es de una complejidad aterradora (internet mediante, peor aún) y descansa en un hecho sencillo: ante una vida insatisfactoria (anómica en extremo, siguiendo a Durkheim), o ante un episodio de grave caída moral o depresión, un suicidio se transforma en un hecho heroico con última recompensa. Ni siquiera los islamólogos con décadas de experiencia lo tienen fácil para comprender este objeto demencialmente complejo y de tan rápida mutación.

No podemos esperar que cambien, ni por sí mismos ni con nuestra ayuda. No podemos esperar nada positivo de los candidatos a Sahhid, o de los que los apoyan, o de los jalean y justifican en las redes sociales. O de los miembros de un grupo más amplio que miran para otro lado. No, por la sencilla razón de que ya viven en Europa, y aquí gozan de unos estándares de vida, libertad y dignidad inalcanzables en sus países. No es sólo economía, por más que sea importante; también es la seguridad personal y jurídica de toda persona con residencia legal o el derecho a la libertad de expresión aún si se ejerce soltando mierda por la boca.

No va a parar por sí mismo. No van a cambiar, y tampoco podemos aspirar a comprender el fenómeno ni a sus protagonistas. ¿Qué es lo que nos queda?

Mi modesta proposición

Nosotros

Cambiarnos. Nuestras percepciones, expectativas y prioridades.

Para empezar, valorando como se merece lo conseguido en el último siglo. Dejando de dar importancia a memeces como el manspreading, de moda estos días, y dedicando tiempo y atención a pensar en la sociedad que tenemos, y en la sociedad de nuestros abuelos europeos. De donde hemos salido, oiga, y en todos los campos: de la renta al civismo, de la pluralidad al respeto, de la educación a la sanidad.

Para continuar, teniendo claro que esto no ha sido casual en modo alguno. Que gente más lista y tenaz que nosotros fueron acumulando los ladrillos de la hermosa catedral en la que vivimos. A base de esfuerzo y tras mucho sufrir, se tomaron las decisiones que nos han llevado a donde estamos. Hubo momentos en los que se tomaron decisiones difíciles, se llevaron a cabo grandes sacrificios y se apostó por el largo plazo. Y se hizo, atención, sin garantías: sólo con la esperanza (habría quien hablaría de la loca esperanza) de lograr llegar a donde estamos, con una Europa en construcción, sin fronteras y plenamente democrática.

Este punto de partida imprescindible nos debería llevar a más cambios de perspectiva. La democracia y la sociedad cívica que queremos proteger es tan valiosa como delicada. No podemos salvarla destruyéndola, con campos de concentración, suspensión de habeas corpus o las barbaridades con las que algunos se hacen los dedos huéspedes.

Antes de llegar a eso, hay que cambiar las leyes. 

  1. Hay que hacer de todo apoyo al yihadismo, por leve que sea, algo tan costoso como sea posible para los miserables. Dado que no se puede parar al Sahhid con un coche, un cuchillo o un martillo, sí que se puede castigar al que difunde el odio por internet o en una mezquita. Se puede, y se debe, expulsar al residente que caiga en eso. Se pueden endurecer las penas para todos los delitos que en otros contextos calificamos como leves, pero que son pasos necesarios hacia el horror recurrente. Insultos en una boda religiosa, como pasó hace unos días, son parte de este problema mayor, y la legislación se debe adaptar para expulsar al residente o condenar a cárcel al nacional.
  2. La cárcel no debe ser un centro de reclutamiento de los salafistas. La monitorización debe llegar a ellas y, a partir de delitos de cierta entidad, el confinamiento en solitario es tanto un factor de disuasión como una vacuna para la propagación de esa peste.
  3. Se deben asignar recursos para monitorizar, detectar y detener, y apoyar moralmente a quienes están dedicados a una tarea tan crítica.
  4. Se deben cerrar el acceso a nuestras calles y a nuestros medios y redes de todos aquellos recursos y organizaciones extranjeras que apoyan el Islam radical. Son parte de la amenaza y les seguimos dejando actuar de momento. Los proveedores de conexión a Internet, así como los principales proveedores de redes sociales, deben colaborar con este esfuerzo y negar el acceso a quienes emplean sus servicios para propagar la amenaza islamista.
  5. Se debe impedir con eficacia toda aquella colonización cultural del espacio urbano que rompa las reglas de convivencia a las que hemos llegado. En las ciudades españolas no tenemos ese problema, pero sabemos que hay barriadas europeas donde una interpretación rigurosa del Islam compite con nuestras normas y consensos para definir qué se puede o no se puede hacer en el espacio público.

Todos los pasos que acabo de mencionar no rompen (que se me corrija si no estoy en lo cierto) con las bases del derecho. Muy al contrario, exigen una aplicación rigurosa y garantista de las normas previas y de las nuevas. De lo contrario, ya habríamos perdido parte de lo que queremos defender: las garantías básicas de que el Estado no se va a saltar el marco de la ley con los ciudadanos.

Y todos estos pasos exigen cambios por nuestra parte, como vengo diciendo:

  1. Asumir que el problema existe. De verdad. El problema, hoy, no es la islamofobia. Son los atentados y las amenazas, así como seguir insistiendo en que eso no es un problema, o en otros síperoísmos
  2. Asumir que tenemos algo precioso para proteger, y que merece la pena protegerlo y transmitirlo de la mejor manera posible a nuestros hijos
  3. Asumir que la democracia tiene cauces, y que los derechos tienen límites. Exigir agradecimiento de las personas que hemos acogido, y exigir su plena adaptación a nuestras formas y normas de convivencia.
  4. Asumir que afrontar la amenaza y proteger nuestras democracias exige recursos y esfuerzos. Exige priorizar dotaciones, y asumir medidas de seguridad inéditas y que pueden obstaculizar levemente el progreso de nuestras vidas diarias. Chequeos y test de seguridad en locales públicos y acontecimientos masivos, y no sorprendernos de que estén algo más centrados en quienes físicamente responden más a la imagen del musulmán.
  5. No aceptar que la defensa contra la amenaza yihadista sea parte de la confrontación política. Ya nos hemos equivocado en el pasado a ese respecto, con funestos resultados. Por más que los políticos españoles lo hagan bien a este respecto, puede mejorar. Y nosotros podemos exigirles que cumplan y que no aprovechen la amenaza para sus fines particulares.

Obviamente, no se trata de un conjunto definitivo de soluciones sino de ejemplos de las mismas desde un principio general: que cambiemos nosotros. Que nos adaptemos, que enfrentemos como sociedad la amenaza yihadista perdiendo poco o nada de lo precioso a cambio de invertir recursos y esfuerzos

Una modesta propuesta de solución gordiana al Yihadismo en Europa

2 comentarios en “Una modesta propuesta de solución gordiana al Yihadismo en Europa

  1. Ananias dijo:

    Me gusta la propuesta. Es lógica. De hecho, creo que es la falta de lógica y sentido común lo que ha provocado que el problema parezca que se nos ha ido de las manos; y que estemos casi listos para decir «sí» a cualquier propuesta que merme nuestros derechos fundamentales.

    La falta de sentido común se traduce, por ejemplo, en que un sujeto, Anders Breivik, mate a 77 personas y sea condenado a 21 años de prisión; y que pueda incluso marcarse el punto de denunciar a su país por maltrato en la cárcel. ¿Cómo podríamos explicarle esto a un niño? Los niños todavía no han perdido el sentido común: bueno es bueno, malo es malo; la sociedad premia la bondad, la sociedad castiga y rechaza la maldad; el malo malísimo (confeso) que ha matado a 77 personas ha perdido el derecho a estar en nuestra sociedad; las personas buenas tienen todo el derecho a estar en nuestra sociedad.

    Repito la pregunta: ¿Cómo le explicamos a un niño que un hombre que mata a 77 personas puede denunciar a su país y que un juez le dé la razón? ¿Dónde ha quedado el sentido común más básico? ¿Cuánto vale una vida humana? ¿Dónde quedan los derechos de las víctimas y de sus familias? ¿Qué tipo de juicio prevén nuestros Estados de Derecho para que las víctimas sean realmente reparadas? Parecería que hemos creado un sistema de garantías a la medida de los malos, donde una mayoría de la población debe aceptar, con resignación, ser potenciales víctimas. Un titular de prensa por aquí, un homenaje por allá y a otra cosa, mariposa. Los recuerdos, para las familias.

    Volviendo al tema del yihadismo… Me alegra mucho que obvies los buenismos, porque son agotadores y nacen de esa endofobia que describes tan bien y que, en mi opinión, se basa en un desconocimiento profundo de nuestra historia y un desprecio absoluto al esfuerzo de nuestros precedesores. Ojos que no ven, entendimiento que no rula, oídos que no oyen… buenismo al canto. Buenismo y monocausalidad, ambos muy perniciosos y que pueden derivar en acciones improductivas y que ralenticen las soluciones. Monocausalidad a la hora de interpretar las acciones de segundas generaciones o nacionalizados en países europeos radicalizados al islam: «Es que están marginados», «es que viven en barrios marginales», «es que…», «es que…» A ver: ¿Cuántos atentados han protagonizado los habitantes no musulmanes de esos barrios marginales?

    Seamos lógicos, conozcamos nuestra historia, apliquemos el sentido común y defendámonos de las amenazas. Como propones, la cosa es factible: basta con tener voluntad y lograr el consenso político.

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